LN/HU
La eterna dualidad de pensamiento y sentimiento, cabeza y corazón, corteza y tálamo, letra y música" de la que hablara el filósofo W. V. Quine es invocada por Thomas Moro Simpson en el nuevo prólogo a esta edición de Dios, el mamboretá y la mosca. Publicado por primera vez en 1974, el libro fue conquistando a sus lectores, para quienes la sola mención del título empezó a tener el valor de una contraseña. Por la variedad y vastedad temáticas y por la precisión verbal que ciñe cada una de sus expresiones, Dios, el mamboretá y la mosca es una obra tan singular como atractiva. El motivo puede ser una semblanza de Carnap o una reflexión de Leibniz, un barco en la botella o una paloma ciega, Las mayúsculas y las minúsculas relacionadas con el abuso de poder o la eternidad de tres hermanas terrenales que con un símbolo conmovedor de la salvación por la palabra. También el oficio de relojero del padre del autor en la artesanía de un hijo atento a mecanismos menos tangibles: el que las palabras pueden crear cuando su sentido es pleno. En este libro se conjugan los sueños de la filosofía, la tentación de encontrar un lenguaje moral tan exacto como las proposiciones de la lógica y una percepción, una ternura y una nostalgia que dejan entrever el mundo con un lirismo inaugural. Como escribió José Isaacson: "La conciencia de esta fractura entre lo real y las posibilidades de su formalización es, pensamos, el punto de partida de Dios, el mamboretá y la mosca, libro que conjuga el pensamiento especulativo con la frase bellamente cortada, y la erudición con el humor intelectual".