LN/ARG
Entré a trabajar en La Opinión una semana antes de la aparición de su primer número, en mayo de 1971, y me quedé hasta mediados del 74, cuando la atmósfera ya era irrespirable por la caza de brujas. El paso por ese diario fue, para mí, una suerte de laboratorio donde tracé los borradores de mi primera novela, Triste, solitario y final, y me acerqué al estilo despojado de la segunda, No habrá más pena ni olvido. Sin duda hay, en los textos aquí reunidos, señales que anticipan y acompañan aquellas novelas. A mí me permiten ver el camino recorrido desde que, una mañana de 1969, llegué de Tandil a una pensión de la Avenida de Mayo para trabajar en el periodismo de Buenos Aires.' OSVALDO SORIANO La fiebre del oro en California, el hundimiento de Venecia, la estrategia de Laurel y Hardy para hacer reír o el último suspiro de Sonny Liston conviven en este libro con una serie de paradigmas y enigmas nacionales (Gatica, Robledo Puch, Perón visto desde varios márgenes, Mario Soffici, Lucas Demare, los asesinatos de Rucci e Ingalinella y hasta el nacimiento del club San Lorenzo de Almagro) y funcionan como un perfecto retrato climático de aquella Argentina convulsionada y palpitante de los primeros años 70, que Osvaldo Soriano supo ver y entender como ningún otro escritor de la época.